Walter Benjamín El profeta volteado hacia el pasado
Alejandro González Gutiérrez Licenciado en Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia
Walter Benjamín El profeta volteado hacia el pasado
En las últimas décadas las tesis sobre el concepto de historia (über den Begriff der Geschichte)[1] del filósofo alemán Walter Benjamín han acaparado la atención de un sin número de especialistas dentro del universo académico a nivel mundial. Su filosofía de la historia ha logrado cautivar a filósofos, historiadores, sociólogos, antropólogos, teóricos del arte y politólogos por mencionar solo algunos casos. Sin embargo, la forma fragmentaria, abstracta y alegórica en que fueron escritas las tesis, vuelve difícil su lectura por lo que todavía son poco conocidas en otros espacios no ligados al escenario intelectual y a su respectivo elitismo que hasta ahora no hemos podido rebasar del todo. Por eso mismo mi intención es mi intención es sacar el pensamiento de Benjamín de las aulas de clase y de los textos eruditos para vincularlo un poco más con el hombre común que es quien experimenta en su cotidianeidad la opresión del sistema capitalista en el cual estamos inmersos y que es en última instancia hacia quien está dirigida dicha reflexión crítica. Las tesis sobre el concepto de historia de Benjamín aún permanecen vigentes como un proyecto sumamente enriquecedor que conecta la dimensión filosófica critica de la historia con la política. Éstas no solo fueron pensadas como una nueva teoría del conocimiento. De igual forma como sucede con la obra de Karl Marx, su esencia radica en la necesidad de transformar al mundo más que interpretarlo. En Benjamín un proyecto mesiánico-utópico profundamente revolucionario se levanta ahí donde memoria (pasado) y praxis (presente) se articulan dialécticamente desde el punto de vista de la tradición de los vencidos de la historia. Si nos ubicamos en su contexto, la filosofía de Benjamín puede entenderse como un grito de esperanza que surge del caos y la penumbra que había abrazado al continente europeo hacia 1940. Las tesis sobre el concepto de historia fueron escritas de la pluma de un perseguido que intentaba escapar de las garras del nazi-fascismo. La promesa de emancipación que Benjamín construyó en esos textos fragmentarios era una perspectiva que a él mismo no le alcanzaría. Una sobredosis de morfina terminó con la vida del filósofo la noche que intentaba cruzar la frontera francesa hacia España. Al parecer, el suicido le resultaba más alentador que ser atrapado por la Gestapo y extinguirse en las máquinas de muerte que el Tercer Reich había levantado para aniquilar a los judíos en el viejo continente. Víctima de su propio sistema la modernidad había sucumbido en la medianoche de la historia.[2] La Shoah[3] evidenciaba que el progreso y la razón habían fracaso al convertirse en instrumentos de tiranía y destrucción. Por eso mismo, en sus reflexiones Benjamín tomó distancia de la visión racionalista de la historia que había inundado tanto del pensamiento burgués como a la socialdemocracia y al comunismo soviético ambos de supuesta inspiración marxista. Su misión era detener el curso del tiempo dominante, vacío de sentido pero lleno de brutalidad. La singularidad de la concepción de la historia en Benjamín radica en que logra articular la espiritualidad del romanticismo alemán con la esperanza mesiánica del judaísmo y la visión crítico-revolucionaria del materialismo histórico de Marx.[4] A partir de ello abre el horizonte de la redención humana, no como un aliento que viene del futuro, sino como una fuerza que nos llega desde las injusticas del tiempo pretérito. La figura del “historiador como un profeta volteado hacia atrás”[5] sirve a Benjamín para construir los andamios de una nueva filosofía de la memoria que recupere la tradición de los vencidos como espacio de ruptura de la dominación material del capitalismo y de su corpus ideológico que descansa en los fundamentos teóricos de la Ilustración. El proyecto racional de la Ilustración se había levantado sobre la promesa de liberar al hombre de su culpable incapacidad de usar su propia inteligencia sin la guía del otro.[6] El paradigma propio del antiguo régimen absolutista, del mundo gobernado bajo la ordenanza divina, apareció ante los ojos de los modernos como mera superstición. Se pensó que con el simple desarrollo de la ciencia, la técnica y la industria la irracionalidad seria barrida. El hombre creía encontrarse en la cima del monte olimpo pues se había convertido en Dios como amo y creador del universo. La humanidad valiéndose de su propia razón entraría indefectiblemente en la senda del progreso, el thelos de la historia aparecía ya nítidamente en el horizonte. Ya secularizado el devenir adquiriría un impulso ascendente, las épocas de antaño se habían vuelto recurso peyorativo ante el tiempo por venir. El hombre ya no debía mirar atrás pues el pasado resultaba vergonzoso; había sido superado. El reino del orden, el mundo de igualdad, justicia, libertad y solidaridad pertenecería al hombre del mañana en quien recaía la utopía. Más tarde, en el siglo XX se volvería patente la falacia de tal argumentación. Con el advenimiento del nazismo, el estallido de las guerras mundiales y la sistematización de la industria de muerte en las cámaras de gas, la Ilustración, que sedienta de poder había devorado a los dioses y los mitos, se convertía ya en mito. La esperanza libertaria de la racionalidad se volvió ilusión frustrada pues se había convertido en instrumento de dominación del hombre y la naturaleza. Como más tarde señalarían Theodor Adorno y Max Horkheimer “la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad.”[7] En Benjamín el progreso como catástrofe aparece como un golpe que subvierte la visión univocista de la historia que surge de las clases dominantes para legitimar el presente desarraigando su vínculo con el pasado. ”La idea de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la representación de su movimiento como un avanzar por un tiempo homogéneo y vacío.” (tesis XIII) Para Benjamín, la recomendación que invita “al historiador que quiera revivir una época que se quite de la cabeza todo lo que sabe del curso ulterior de la historia” (tesis VII) que Foustel de Coulanges hace a sus congéneres, conlleva una pretensión de objetividad cuya lógica es eliminar toda posibilidad de empatía entre el sujeto que conoce y las realidades de antaño a las que accede mediante un esquema metodológico preciso. Dentro de los parámetros de esta interpretación de la historia el tiempo, en su marcha hacia el progreso, es cese constante. Al tener al presente como horizonte de ruptura, el pasado se entiende como ya concluso; así pues, de él solo se tiene una imagen eterna (tesis XVI), detenida y por ende cosificada. La estéril propuesta de objetividad que hace el historicismo a partir de Leopold Von Ranke, donde el historiador solo debe mostrar lo que verdaderamente ocurrió,[8] pronto desvanece, pues en el fondo, resulta ser cómplice de la historia que a los vencedores les es propia. Así pues, lo que en la realidad resulta ser diverso y antagónico en aquel discurso se homologa. Su lectura supone que la humanidad entera desea y se articula bajo un mismo curso en tanto continuum irrefrenable; así pues, la profundidad contradictoria de lo histórico es del todo negada pues ella sucumbió junto con ese pasado ya vuelto objeto; de ahí su homogeneidad. Sin embargo, en el fondo tal discurso no es más que un mito o un recurso ideológico para imponer las reglas morales y productivas que el capitalismo necesita para su supervivencia, de ahí que en el fondo esté vacío. De esta manera, “con un solo gesto el pasado es a la vez relegado a una segura distancia y, una vez privado de su turbulencia, rendido a la hegemonía del presente…La historia homogénea (la historia que ha expulsado las huellas de la ruptura y la revolución) se parece a la ramera tanto en su disponibilidad inmediata como en su estéril vacío; la facilidad con la que puede ser penetrada es la señal misma de su esterilidad. También se parece a la ramera en que puede ser repetida infinitamente, ya que, para la mitología machista, todas las prostitutas son esencia una sola: la falsa ilusión de la diferencia, de la aventura erótica, es reducida por el recinto estático del burdel a la más antigua historia del mundo.”[9] Si tomamos en cuenta la propuesta dialéctica que Benjamín hace del progreso y de su inherente discurso histórico homogéneo y vacío, la supuesta objetividad a la que aspira el historicismo es abatida por el golpe de martillo de la crítica pues saca a la luz su verdadera negatividad que deviene de su toma de partido; es decir de su propia postura subjetiva. El peso político de esta forma de entender la historia radica en que aquella homogeneidad termina por ser más bien excluyente en la medida que solo considera relevante la historia de los vencedores quienes aparecen como los verdaderos sujetos de la historia. “Y quienes dominan en cada caso son los herederos de todos aquellos que vencieron alguna vez. Por consiguiente, la empatía con el vencedor resulta en cada caso favorable para el dominador del momento.” (tesis VII) De este modo, los vencidos caen en las profundas fosas del olvido o solo son incorporados como costo necesario en la construcción de ese presente dado[10] pues “todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo.” (tesis VII) En contrapartida a esta fría postura racionalista de la historia que capta el curso del tiempo como un continuum, el pensamiento crítico de Benjamín trata de atrapar la tradición del vencido como lugar de lo heterogéneo, lo discontinuo y lo fragmentario. Su mirada es la del ángel de la historia que no puede dejar de horrorizarse del caos que detrás del progreso se revela. Benjamín retoma la acuarela Angelus Novus del pintor surrealista Paul Klee para construir su magnífica alegoría sobre ese ángel cuyo rostro está vuelto hacia el pasado. Detrás de la cadena de acontecimientos que yacen en la superficie del entramado histórico, él logra identificar “una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar.” (tesis IX) Pero su observación de lo real dista mucho de ser displicente; no culmina en la operación contemplativa de la historia. Se trata ante todo de un ángel rebelde,[11] quiere intervenir en el curso del tiempo, detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Sin embargo, un huracán que viene del paraíso entorpece su marcha, le impide interrumpir su vuelo. Pese a su voluntad es arrastrado “irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.” (tesis IX) El ángel de la historia no puede dejar de percibir las contradicciones que subyacen ocultas bajo los denominados bienes o patrimonios de la humanidad. Sabe que en el fondo “no hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie. Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los unos lo heredan a los otros.” (tesis VII) Al ser consciente de que el presente está edificado sobre las esperanzas frustradas de los millones de cadáveres que sirvieron como catapulta para consolidar la hegemonía de los vencedores evita dejarse caer bajo el embrujo embrutecedor del progreso. Por eso mismo el ángel en su vuelo torna su mirada hacia el pasado. Debe hacerlo porque de otra manera no podría comprender su entorno. El verdadero conocimiento se funda con base en la experiencia subjetiva que generamos a partir de nuestra relación con el mundo que existe materialmente; por ello, en la medida que el futuro no ha llegado a ser resulta incomprensible por no existir objetivamente. Por el contrario, el pasado sí puede conocerse pues fue existencia concreta. Para Benjamín el pasado aún no ha muerto, tiene vida propia en tanto que los oprimidos de ayer no pueden dejar que los crímenes cometidos contra ellos queden impunes y más importante aún que sigan ocurriendo; por eso mismo, éste irrumpe en todo momento el tiempo presente pues aquello que dejó ser existe en tanto posibilidad de realizarse; como esperanza de justicia. “Tenemos la obligación de conocer la historia de los vencidos por ellos mismos. Los vencidos de la historia tienen un derecho sobre nosotros, Estamos en deuda con ellos en el sentido de que no podemos olvidarlos sin más. El conocimiento de la historia se vuelve así algo mucho más relevante que una herramienta para la futura organización: es un fin en sí mismo. Es tan importante que para tener validez no necesita el dudoso argumento adicional del futuro por construir.”[12] Para subvertir el discurso dominante de la historia, el materialista histórico tiene que hacer “como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo.” (tesis VII) Ir a contracorriente o lo que es lo mismo, leer el pasado como un texto que jamás fue escrito, permite evidenciar el sufrimiento de las generaciones vencidas. Esta operación es un esfuerzo por rescatarlas del olvido al cual fueron confinadas para darle nueva vida al pasado desde la tradición propia de los vencidos. Así pues, el referente principal de la filosofía de Benjamín es la memoria, pero aquí no se refiere al uso corriente del término. Benjamín retoma de la liturgia judía el concepto en alemán Eingedenken, que puede ser traducido como recordación,[13] para distinguirlo de su forma racionalista e historicista. En este segundo caso, el recuerdo funciona como una evocación melancólica, accede al pasado como conmemoración de lo glorioso, como aquello que debe enseñarse por su magnificencia. La paradoja es que ese recuerdo está cargado de olvido, solo muestra para lograr un mejor ocultamiento. “A ese famoso sujeto ilustrado le ha pasado lo mismo que a los lotófagos de los que habla Ulises: se alimentaban de la flor de loto que producía amnesia y, consecuentemente, la ilusión de felicidad. Se olvidaban entonces de regresar, condenándose a la infelicidad porque la felicidad implica verdad.”[14] En Benjamín el acceso al pasado no surge de la melancolía, sino del pesimismo, la frustración y el odio que el oprimido experimenta en su derrota. Quien siente empatía con el vencido piensa la historia desde la oscuridad de la noche, el optimismo le esta velado pues sabe ver el espectro caótico que se avecina tras seguir el curso del progreso. En Benjamín la recordación al preocuparse por lo ausente, tiene como fin cuestionar el presente bajo la hegemonía de los opresores; sin embargo no se limita a la recolección de eventos detenidos en el tiempo, si lo hiciera sería como sugerir que la de los vencidos “es una historia alternativa que transcurre silenciosamente como un fantasma por debajo de la historia de los explotadores. Si lo fuera, no sería más que otra homogeneidad, que simplemente niega o invierte la primera, como sugiere cierta historiografía corporativista de la clase obrera.”[15] Por eso mismo, tornamos la mirada al pasado no para conocerlo tal como verdaderamente fue, sino “para apoderarse de un recuerdo tal como este relumbra en un instante de peligro… (que) amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma. Para ambos es uno y lo mismo: entregarse como instrumentos de la clase dominante.” (tesis VI) La propuesta de Benjamín no detiene el potencial de la memoria en la simple rememoración o en la evidenciación de las huellas de tortura que la historia vista a contrapelo revela, si el punto central de recuperar la tradición del vencido es un ardiente deseo de justicia, la anterior operación no bastaría. Para Benjamín la importancia de la recordación radica en su aspecto político pues permite desarrollar una conciencia mesiánica capaz de vincular dialécticamente la tradición, el sufrimiento y la esperanza de los sujetos vencidos del pasado para darle vigencia como potencialidad redentora en la praxis revolucionaría de los sujetos oprimidos actuales.[16] Como marxista Benjamín defendió la idea de una revolución proletaria capaz de desmantelar el capitalismo; sin embargo, su concepción distaba mucho del uso oficial que tenía en la socialdemocracia e incluso en el comunismo soviético. Sin desdeñar sus claras diferencias, en esencia, ambos compartían una noción racionalizada y esquemática del cambio histórico. Como una máquina, los sistemas sociales se inscribían en un devenir determinado por las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción; de este modo, las sociedades por igual debían transitar por ciertas etapas (modos de producción) hasta cumplir el socialismo como fin del camino. El obrero industrial se convirtió en un héroe de bronce con huesos de papel, como Atlas cargaba sobre sus hombros un mundo anhelante de igualdad que algún tendría que llegar; el progreso había inundado sus entrañas. Para Benjamín ambas tendencias se habían “contentado con asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así el nervio de su mejor fuerza. En esta escuela, la clase desaprendió lo mismo el odio que la voluntad de sacrifico. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados.” (tesis XII) Si una revolución social tiene la intención de salir avante debe abandonar todo su vínculo con el progreso, si Marx había sentenciado que las revoluciones son la locomotora de la historia en Benjamín lo fundamental sería, más bien, ponerle el freno de mano a ese mecanismo. Así como el holocausto no es un punto y aparte en la historia del capitalismo, tampoco lo son las múltiples crisis de salud, de alimentación, de democracia, de pauperización salarial, de ausencia laboral y de catástrofe ambiental a las que la sociedad contemporánea se enfrenta. La filosofía de Benjamín nos lanza un “aviso de incendio” antes de que la catástrofe se consume, por ello es preciso detener la marcha del progreso, “cortar la mecha que arde antes de que la chispa alcance la dinamita.”[17] Más que un acto fundante provocado por la aceleración del tiempo histórico, una revolución sería un momento donde el trascurrir temporal se detiene de golpe dentro de un presente ya en combate. Pero el sujeto que lucha no lo hace solo, rompe el continumm de la historia dominante mediante “un salto de tigre al pasado”; (tesis XIV) es decir, donde ambas temporalidades se vinculan como imágenes dialécticas e iluminan el acto revolucionario[18]. Es el momento donde esa constelación pasada se vuelve enteramente visible a los sujetos de la historia que en su lucha tienen amplia capacidad de conocerla, los oprimidos como herederos y como únicos capaces de llevar a cabo la lucha por la redención mesiánica de la humanidad. Así pues, según Benjamín:
En realidad, no hay un instante que no traiga consigo su oportunidad revolucionaria –solo que ésta tiene que ser definida en su singularidad específica, esto es, como la oportunidad de una solución completamente nueva ante una tarea completamente nueva. Al pensador revolucionario, la oportunidad revolucionaria peculiar de cada instante histórico se le confirma a partir de una situación política dada. Pero se le confirma también, y no en menor medida, por la clave que dota a ese instante del poder para abrir un determinado recinto del pasado, completamente clausurado hasta entonces. El ingreso en este recinto coincide estrictamente con la acción política; y es a través de él que ésta, por aniquiladora que sea, se da a conocer como mesiánica. (tesis XVIII)
En sus tesis Benjamín habla del Mesías revolucionario que llega como “vencedor del Anticristo”, (tesis VI) como redentor de la humanidad. Pero es importante entender que éste no es un sujeto metafísico que llega por fuera de la historia. El Mesías es la víctima; más aún, son todos aquellos hombres oprimidos por las clases dominantes a lo largo del tiempo. Su capacidad redentora reside en que trae a la vida a los muertos para lograr su liberación pues sabe “que tampoco los muertos estarán salvo del enemigo, sí éste vence. Y éste enemigo no ha cesado de vencer.” (tesis VI) Así pues, la fuerza mesiánica no es otra cosa que darle continuidad a la tradición de los oprimidos dando como resultado la posibilidad de detener el curso de la historia, con la praxis política de los sujetos en la actualidad. Para ser más precisos, Benjamín no solo piensa en el obrero explotado, en el campesino empobrecido o el asalariado entumecido en el sueño -del algún día- de la opulencia que “deviene” como resultado de la entrega cotidiana al asfixiante trabajo. Su reflexión nos acerca sobre todo a aquellos hombres y mujeres que yacen en la sombra y la penumbra. Habla del marginado, del excluido, del lumpen, de los restos y desechos humanos que la modernidad capitalista deja a su paso en su incesante marcha hacia progreso. Sujetos marginales de cuya existencia la sociedad, en su ideario racional de orden y perfección, quisiera desentenderse pero de quienes no es posible hacer tabla rasa. Su condición es la verificación de que su “estado de excepción” no es exclusivo de una convulsa época de antaño que con el paso del tiempo ha sido superada y se convierte hoy en un frio e indiferente monumento histórico; por el contrario, es evidencia de que ese “estado de excepción en el que vivimos es en verdad la regla” (Tesis VIII) de toda historia que se rige en la hegemonía del capital y el mercado. Constante de exclusión que vincula el pasado con el presente mediante una serie de tensiones aun no resueltas. Constatación que invita a verse a uno mismo en la experiencia del otro que es a su vez situación propia. Porque el vencido de ayer y hoy no es aquel del que hablamos con reservas por mantenerse a distancia nuestra, no es tampoco un recurso literario ni una mera categoría del lenguaje filosófico. Se trata de un nosotros articulado bajo una experiencia objetiva que se vive diariamente en un realidad social concreta. Ya alguna vez Theodor Adorno se había referido al legado de Benjamín en términos similares al señalar que su filosofía “se desplegará en el tiempo porque incluso sus preocupaciones más privadas son las preocupaciones de todos”.[19] Contrario a las pretensiones de olvido y extrañamiento que imperan en las sociedades de masas que hacen suyo el ideal abstracto de progreso, Benjamín trata de poner como fundamento y centro de su reflexión al marginado que es ante todo un sujeto histórico. Lo es en la medida que no permanece en la pasividad o la mera contemplación de un sistema que le es adverso. Por el contrario, su precariedad le causa indignación y sufrimiento; busca por todos medios liberarse, grita para ser escuchado, se rebela para cambiar su condición. En suma, se inscribe en una constante lucha por emanciparse, pero como vimos no lo hace solo. Busca en el pasado esas huellas que le permitan articular las experiencias frustradas de los vencidos de antaño para darles vida en el presente, pues sus anhelos de libertad son cuenta pendiente que la historia aún no ha saldado.[20] Así pues, para Benjamín el excluido es un hombre de acción y de memoria.
Bibliografía
-Benjamín, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, México, Contrahistorias, 2005.
-Buck-Morss, Susan, Walter Benjamín escritor revolucionario, Buenos Aires, Interizona, 2005.
-Buck-Morss, Susan, Origen de la dialéctica negativa Theodor W. Adorno, Walter Benjamín y el Instituto de Frankfurt, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2011.
-Corcuera de Mancera, Sonia, Voces y silencios en la historia Siglos XIX y XX, México, FCE, 1997.
-Eagleton, Terry, Walter Benjamín o hacia una crítica revolucionaria, Madrid, Cátedra, 1998.
-Echeverría, Bolívar (comp.), La mirada del ángel En torno a las tesis sobre la historia de Walter Benjamín, México, Era, 2005.
-Horkheimer, Max y Adorno, Theodor, Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 2006.
-Kant, Emmanuel, Filosofía de la historia, México, FCE, 2002.
-Lowy, Michael, Walter Benjamín: Aviso de Incendio Una lectura de las tesis “sobre el concepto de historia, Argentina, FCE, 2001.
-Reyes Mate, Manuel, Medianoche en la historia Comentarios a las tesis de Walter Benjamín <<Sobre el concepto de historia>>, Madrid, Trotta, 2006.
-Romero, José Manuel, Hacia una herméutica dialéctica W. Benjamín, Th. Adorno y F. Jameson, Madrid, Síntesis, 2005.
Imágenes sugeridas
Pintura Angelus Novus de Paul Klee
[1] Benjamín, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Traducción y presentación de Bolívar Echeverría, México, Contrahistorias, 2005.
[2]Cfr., Reyes Mate, Manuel, Medianoche en la historia Comentario a las tesis de Walter Benjamín <<Sobre el concepto de historia>>, Madrid, Trotta, 2006.
[3] Shoah es un término hebreo que sirve para denominar al Holocausto literalmente como una “catástrofe”.
[4]Crf., Löwy, Michael, Walter Benjamín: aviso de incendio Una lectura de las tesis “Sobre el concepto de historia”, Buenos Aires, FCE, 2012, 188p.
[5] Benjamín, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Op.cit., p. 45.
[6] Kant, Emmanuel, Filosofía de la historia, México, FCE, 2002, p.25.
[7] Horkheimer, Max y Adorno, Theodor, Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 2006, p.59.
[8] Corcuera de Mancera, Sonia, Voces y silencios en la historia Siglos XIX y XX, México, FCE, 1997, p.124.
[9] Eagleton, Terry, Walter Benjamín o hacia una crítica revolucionaria, Madrid, Cátedra, 1998, p. 79.
[10] Entender el presente como algo dado implica entenderlo como secuencia necesaria de un pasado que solo es retomado como un conjunto de “hechos” ya concluidos. Justo esa condición del pasado como ya cerrado es la que le otorga legitimidad al presente pues, en su lógica meramente causal, de superación, aparece como formalmente necesario y por tanto imposible de ser trascendido bajo otro lógica que no sea la propia en su andar hacia el progreso. En palabras de Manuel Reyes Mate: “El dominador actual recoge la herencia de los dominadores del pasado. La empatía histórica es la forma de conservar la herencia y acrecentar el patrimonio. Parte de ese patrimonio se debe a la producción y al patrimonio de los vencidos que figura ahora como botín de guerra.” Reyes Mate, Manuel, Op.cit, p. 45.
[11]Cfr., Echeverría, Bolívar, “El ángel de la historia y el materialismo histórico”, en Echeverría, Bolívar (comp.), La mirada del ángel En torno a las tesis sobre el concepto de historia de Walter Benjamin, México, ERA, 2005, p. 26-27.
[12] Gandler, Stefan, “¿Por qué el ángel de la historia mira hacia atrás?”, en Echeverría, Bolívar, Op.cit., p. 56.
[18]Cfr., Buck-Morss, Susan, Walter Benjamín, escritor revolucionario, Buenos Aires, Interzona Editora, 2005, p. 17-26.
[19] Adorno, Theodor, “En memoria de Benjamín”, en Caracterización de Walter Benjamín, Madrid, Cátedra, 2005, citado por Buck-Morss, Susan, Origen de la dialéctica negativa Theodor W. Adorno, Walter Benjamín y el Instituto de Frankfurt, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2011, p. 400.
[20] Reyes Mate, Manuel, Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamín sobre el concepto de historia, Madrid, Trotta, 2006, p. 25. Haz clic aquí para editar.